Presentada como la aprendiz de bruja, escucho la queja
constante, ante miradas distantes que nunca me observan. Pongo mi yuyo de
manzanilla, preparando el mate que quizás vendría bien a la situación, pero
nadie acepta.
De las paredes sin cuadros, ni información alguna, solo existía
un afiche mal colgado del sindicato. Absurdo explícito. “Fulanito es vago”,
“Menganito la verdad me hace reír, hace cada pregunta”, “tercero cuarta, ¿qué
dio el año pasado? Porque la verdad que estos pibes no saben nada”, “Fijate nena
si la portera tiene para cargarte el termo, capaz la encontrás en un buen día”
…
Nos quieren divididos, aborreciendo al de al lado y les
hacemos caso. Solo hace falta detenerse unos segundos. Los docentes
universitarios hacen paro, y los docentes de los profesorados y secundarios no
toman medidas en solidaridad, total, ellos siempre nos subestiman a los
profesorados, siempre creen que un profesor sabe menos que un licenciado, ¿no
cierto?
Escribo para no caer en lo mismo. Para no creer que la culpa
es del de al lado, de mi hermano, ni de mi hermana. Tampoco de la piba, ni del
pibe. No hay culpa. Hay responsables, que se encargan hace siglos de disgregar
aquella moral fundada en que vigiles a tu par. En la tele los señalan de
amigos, pero es fácil darse cuenta de que desentonan, andan de traje y corbata,
los que desfinancian. A la secundaria, a la universidad, al jardín. A todos.
Escribo para dentro de unos años volver a leerme, esperando ser
sujeto, y no reflejo.
En la piba y el pibe, está el futuro, y en mis compañeros,
la posibilidad de la construcción de ese algo distinto que anhelo.
- “A ver, vamos, copien” dice con voz tajante y enojada. “Actividad
uno, Analiza el siguiente texto…”
¿Analiza? ¿Cómo pretendo que los menores analicen si ni yo me
propongo desandar los prejuicios?
- “Vamos, hagan silencio” rezonga, “pregunta b: Constata…”
¿Constatar? ¿Cómo es que me llaman maestro si no puedo estudiar
ni mi propio contexto?
Quizás preguntándonos más saldremos de la subestimación a la
creación. Del individualismo, a la solidaridad. Y nos saquemos los antifaces
que tejieron con las sobras de sus corbatas. Sueño con una sala de maestros y
maestras en la que el profe de música elucubre con la profe de lengua, poesías
que luego tendrán melodía. Sueño que la matemática y la historia se unan
calculando estadísticas de las tierras expropiadas a los yanquis en la
revolución cubana. Salas llenas de instrumentos y novelas, lápices de colores y
manuales prácticos para inventos.
Sueño otro sistema, y otra escuela. Pero frente a la crisis,
también escribo como trinchera contra la adaptación. Hoy reclamamos sueldos,
reclamamos que dejen de matar a nuestros alumnos que salen a saquear porque se están
muriendo de hambre, y ese sueño parece cada día más utópico. Pero como dice
Galeano, sin utopías no avanzamos, no caminamos.