miércoles, 11 de noviembre de 2020

5 CALABAZAS.

Cinco calabazas, cascarilla y miel.

Bailo a lxs orichas
Con una mujer negra
Que me enseña
Como puedo sanar mis dolencias.
Cinco velas amarillas.
Que me acerca a mi tierra,
Que tanto me han dicho, no es ésta.
Por eso, quizás, me dice
cubanita veintecerodó
Cinco días.
Cuenta los pataki,
Hace preguntas
De un lado, la bandera cubana
Del otro, altar a Changó.
Una limpieza cada día.
¿Quién es el dueño de los truenos?
¿Quién baila con una cola de caballo?
¿Cuál es su número?
¿Qué colores lleva?
¿Qué tiene en la mano?
¿Cuál es su nombre?
¿Cuál es su día?
Enseña, pone a prueba
Cuán colonizada esta esta tierra.
Torso levemente inclinado,
Con fuerza.
Apaga la música.
“Sus hijos son muerteros,
ia tu sabe
esa gente que puede sentir
las energías de su alrededor
Las energías negativas de las personas y alejarse,
o acercarse”.
Dale al torso, torso, torso,
vamo, con fuerza.
(fuelza, sin r)
apaga la música.
“Sus hijos son esa gente
que tiene suerte,
(suelte, sin r)
Que de siete cosas, seis le salen bien”.
Y al final, todo al río.
No sé de quién soy hija,
Pero me enseña que a los santos se llega
Primero por salud
Y encuentro allí, en esa simple palabra
de cinco letras
respuestas.
No era cuestión de
llego,
doy parche
y aprendo.
Porque me respeto,
a mí y a mis ancestros.
Una de las pocas cosas
Que en mi vida hago lento,
con tiempo.
Estuve en mi tierra, que tanto me dicen no es ésta.
Y supe decir no,
porque para esas palabras
aún no estaba preparada
“Que tiene una vaina en la otra mano”
Y volvieron los recuerdos.
¿Dónde esta la vaina que había en casa?
Nadie sabe,
sólo quedan fotos.
Lo que se hereda,
aunque a veces se olvide,
llega,
no es mágico.
Hay que buscarlo
Pero que no se te olvide
“Tú no escoges el santo,
El santo te escoge”
Tengo una maestra,
Que me mira a los ojos,
me mira los pies,
y afirma tú no eres de aquí.
Me pone la pollera,
con sus manos negras
Aquí, en mi tierra
Que tanto dicen, no es nuestra.
Mérida.


Foto: compañía folclórica raíces profundas, Cuba


sábado, 24 de octubre de 2020

Memorias.




Este disco escuchaba mi mamá cuando yo estaba en su panza.

Se lo había mandado mi papá cuando todavía estaba allá. 

Las únicas las redes que existían, mandar cosas en paquetes, escribir en papel, teléfono fijo y mar. 

Me lo confirmaron recién por whatsapp, porque vi que lo estaban escuchando por Spotify.

Este disco llegó en esas correspondencias que ella buscaba en el correo y encontraba abiertas. 

Los milicos seguían actuando, revisando todo lo que venía de Cuba, aún ya habiendo salido de la dictadura.  

Mi vieja vio en vivo a Afrocuba 

cuando vinieron a Central con Silvio en 84, 

en ese recital que celebraba que los genocidas ya no estaban.

En ese disco hay una canción que se titula Lucumí y dice así:

"No hay en el mundo un ser

Que me pueda decir

que le gusta la rumba más que a mí.

Yo soy descendiente de allí

donde los negros calmaban su sudor

al ritmo del tambor".  

Sigo siendo lápiz y papel, recuperé Afrocuba.

La historia previó que sea agitadora en esa cancha de Rosario Central 

Y esa pibita, que por allá, se sumó a militar cuando conoció lo que significaba identidad y qué sucedió con la dictadura militar. 

lunes, 6 de julio de 2020

Somos.

Somos las que ayer fueron y mar y viento.
Abriendo camino hasta llegar a orilla,
con música del litoral que nos inspira.

Desafiando silencios con amores de guía.
Quienes estamos al lado, ni atrás ni adelante,
entendemos ciertas sonrisas,

Y eso que expresan los ojos de quienes pueden mirar por entre las heridas. 

jueves, 9 de abril de 2020

Los Muertos


Memoria antepasada
Retuerce el estómago. 
Abuelo recibió el mensaje:
felices niños blancos
disfrazados de esclavos.

Una ronda, 
pasteles 
empanadas, 
todes con corcho quemado, 
menos a la que le llega el recado. 

Hastío de este rol
compartido con el que perdió
y deja ver las compuertas en la jeta
Porque esta claro, 
los negros 
son desdentados.

Fui Dama Antigua,
después de rebelarme contra mí misma. 
No quise ser más oscura.
Porque está claro,
no conocía
reinas yorubas

Me oculté desde el pelo, 
En este continente
mi color era sinónimo de mierda, 
de pobre, 
de feo. 

Quemaba las raíces,
abría la tabla,
sepultaba mi cultura

Llegó el tiempo de ruptura,
encuentro con la identidad
vengar la violencia:
lavando las heridas de las cadenas
con el agua de ese mismo mar.

Tiempo de perdón:
Mirar los ojos negros
Ver cómo se apagan 
con el recuerdo del sudor.

Tiempo de reivindicación:
abuelo insiste en aparecer 
Y que busque información, 
Sin historia vivida no hay tambor.

Rostros que corren 
el polvo oculto
Aquella alfombra olvidada
en la vieja casa a punto de ser rematada

A tras luz, 
polvo es pequeña e ínfima serpentina
que ilumina como cuando me muestra
su sonrisa.

Ese día sin saber por qué
ya no corrí
no perdoné
no me negué.

Experiencia oculta traspasó los muros, 
los míos,
los tuyos
y colectivo 
se hizo el orgullo. 

Ese día 
Aquellas almas no se distrajeron más en dolor.
Hablaron en tambor. 

Los muertos nos guían,
en la timba,
en la guerra,
y en la vida.