lunes, 29 de agosto de 2016
La clase nos divide.
La mierda ajena es la que limpiamos. De la misma mierda brotó un gobierno digitado por el capital.
Cuando se descubre el manual para explotarnos la piel se irrita, como cuando se lavan los platos del banquete al que no te invitaron.
Planchame, lavame, colgame, cambiame, barreme, son algunas de las palabras que retumban. Yo me pregunto para qué quieren un manual si ya su ser esta condicionado a pregonar órdenes de mando.
Obra social: bien gracias. Sindicato: no digás pavadas. Mientras tanto la vida pasa, y el dolor de espalda -entre otros- queda.
También son mujeres ellas, las que "escriben" sus miserias. Pero de otra clase. Somos empleadas domésticas. Nos llaman negras. Somos negras. Hijas y nietas de otras negras que un día se revelaron, protagonizaron levantamientos y revoluciones. Sin manual. Mejor dicho, con el manual que inspira la necesidad de beber de un río que no esté contaminado de mierda ajena. Le dicen libertad. Sed libertaria se acumula en cada rincón de cada una de esas casas. No hay manual que valga.
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