sábado, 13 de octubre de 2018

Pozo



Hoy mientras mi sobra se iba,
-Quiero decir mi sombra-
hice un viaje a mi cabeza,
desconcté un cable de la izquierda
y conecté algunos de la derecha.
El del medio de la cien, hizo corto circuito.
Creo que así logre quererme más,
Y alejarte más.


Tanto buscabas el control,
Que cuando hubo un vacío
No supiste qué hacer.
Cavaste un pozo de preguntas
En ese espacio de soledad



martes, 4 de septiembre de 2018

Sala de Maestros.


Presentada como la aprendiz de bruja, escucho la queja constante, ante miradas distantes que nunca me observan. Pongo mi yuyo de manzanilla, preparando el mate que quizás vendría bien a la situación, pero nadie acepta.

De las paredes sin cuadros, ni información alguna, solo existía un afiche mal colgado del sindicato. Absurdo explícito. “Fulanito es vago”, “Menganito la verdad me hace reír, hace cada pregunta”, “tercero cuarta, ¿qué dio el año pasado? Porque la verdad que estos pibes no saben nada”, “Fijate nena si la portera tiene para cargarte el termo, capaz la encontrás en un buen día” …

Nos quieren divididos, aborreciendo al de al lado y les hacemos caso. Solo hace falta detenerse unos segundos. Los docentes universitarios hacen paro, y los docentes de los profesorados y secundarios no toman medidas en solidaridad, total, ellos siempre nos subestiman a los profesorados, siempre creen que un profesor sabe menos que un licenciado, ¿no cierto?

Escribo para no caer en lo mismo. Para no creer que la culpa es del de al lado, de mi hermano, ni de mi hermana. Tampoco de la piba, ni del pibe. No hay culpa. Hay responsables, que se encargan hace siglos de disgregar aquella moral fundada en que vigiles a tu par. En la tele los señalan de amigos, pero es fácil darse cuenta de que desentonan, andan de traje y corbata, los que desfinancian. A la secundaria, a la universidad, al jardín. A todos.

Escribo para dentro de unos años volver a leerme, esperando ser sujeto, y no reflejo.
En la piba y el pibe, está el futuro, y en mis compañeros, la posibilidad de la construcción de ese algo distinto que anhelo.
- “A ver, vamos, copien” dice con voz tajante y enojada. “Actividad uno, Analiza el siguiente texto…”
¿Analiza? ¿Cómo pretendo que los menores analicen si ni yo me propongo desandar los prejuicios?
- “Vamos, hagan silencio” rezonga, “pregunta b: Constata…” 
¿Constatar? ¿Cómo es que me llaman maestro si no puedo estudiar ni mi propio contexto?

Quizás preguntándonos más saldremos de la subestimación a la creación. Del individualismo, a la solidaridad. Y nos saquemos los antifaces que tejieron con las sobras de sus corbatas. Sueño con una sala de maestros y maestras en la que el profe de música elucubre con la profe de lengua, poesías que luego tendrán melodía. Sueño que la matemática y la historia se unan calculando estadísticas de las tierras expropiadas a los yanquis en la revolución cubana. Salas llenas de instrumentos y novelas, lápices de colores y manuales prácticos para inventos.
Sueño otro sistema, y otra escuela. Pero frente a la crisis, también escribo como trinchera contra la adaptación. Hoy reclamamos sueldos, reclamamos que dejen de matar a nuestros alumnos que salen a saquear porque se están muriendo de hambre, y ese sueño parece cada día más utópico. Pero como dice Galeano, sin utopías no avanzamos, no caminamos.

domingo, 24 de junio de 2018

Día de aquelarre



  1. “Si hay un libro de deseas leer, pero aún no ha sido escrito, deberías escribirlo”. –Toni Morrison.            Sábado.
    Se hicieron las 7 y tocó la puerta. Tenía la sensación de que sería un encuentro distinto. Sonia, le abrió a María y entre mates y tambores repasaron algunos pasos que la comadrona del barrio les había enseñado hace cientos de años, pero que claro después de tanto, ya habían olvidado. Luego de un rato volvió a sonar la puerta. Era Francisca, que unió sus pasos. Las ideas fueron y vinieron. El encuentro se afianzó, como si el baile las hubiera unido con pequeños hilos invisibles tejiendo confianza y transmisión. Era momento de la cocina. La salsa colaboró para aplacar el frío de una noche cercana al solsticio de invierno. Las historias se fueron sucediendo unas a otras, siempre la reminiscencia del algún antepasado se colaba en las anécdotas, llenas de vida, de muerte, de experiencia. María me pide que escriba la suya. “Para que no me suceda como con los pasos vió, ya a esta edad hay que registrar”. Me cuenta que de repente, empieza a contar ese sueño, mejor dicho esa pesadilla, que la siguió durante años. En ella había persecución, cuchillo, carne y escondite. Hubo una interpretación de Sonia que la elevó al plano inmaterial, el universo ese en el que hay que resolver las cosas. Siguieron las anécdotas entre copas de vino, y de vuelta la apertura, un nuevo tópico que indagar: el insomnio. También la acidez. Cosas de viejas. De viejas brujas, que siempre tienen algún yuyo para convidar y protegerse de las alimañas. No se quedan con la duda y buscan en el libro. La primera en abrirlo es Sonia, que pasa por alto lo más importante. Una palabra que tenía que ser leída por María, abrió el momento de su propio entendimiento “Acedía: miedo, miedo, miedo. Temor atenazante”, el diccionario define que  atenazar es sujetar algo fuertemente haciendo presión, especialmente con unas tenazas. Es así como la pesadilla empezó a cobrar un sentido. María nació de un escape, unas tijeras fueron las que defendieron a su progenitor. Escuchó esa historia desde muy pequeña, y ahí quedó. La persecución y los filos se grabaron en la retina y engendraron un temor. ¿Cómo se vence el temor? Amigándose con él, le respondió Sonia, que además de yuyo le recomendó una piedra. Se despidieron con un fuerte abrazo, hasta el próximo encuentro.

    Al día siguiente María pudo abrir el libro titulado "el color del alma", que sin pedirlo llegó a sus manos hace un mes atrás. En la segunda página encontró el relato que le ofreció una respuesta más: “Cuando al fin se acuesta, Antonio la abraza largamente. Al contacto con su cuerpo, su piel oscura se regocija. Las caricias íntimas son tan ardorosas como  cuando eran más jóvenes (…) –Te quiero -murmuran ambos y el silencio recorre la habitación. A ella le cuesta dormirse, tiene miedo de las pesadillas que la asaltan cada noche. En un sueño agitado se ve a sí misma volviendo al lugar donde tanto sufrió, La barraca de adobe y chapas donde vivían los criados aparece ante su visita.” Cayeron sus lágrimas. Era como leerse a sí misma.

    Es para María un tiempo de entendimiento consigo misma, de recuperar las imágenes que tuvo ocultas, de las que se avergonzaba por miedo al qué dirán. Y así volvió a poner sus vírgenes negras sobre la repisa. También a preguntarse si esto de venir del mismo lugar implicará los mismos padecimientos, las mismas pesadillas, el mismo amor, el mismo disfrute. 



martes, 29 de mayo de 2018

Rotundamente negra -Shirley Campbell-

Me niego rotundamente
A negar mi voz,
Mi sangre y mi piel.
Y me niego rotundamente
A dejar de ser yo,
A dejar de sentirme bien
Cuando miro mi rostro en el espejo
Con mi boca
Rotundamente grande,
Y mi nariz
Rotundamente hermosa,
Y mis dientes
Rotundamente blancos,
Y mi piel valientemente negra.
Y me niego categóricamente
A dejar de hablar
Mi lengua, mi acento y mi historia.
Y me niego absolutamente
A ser parte de los que callan,
De los que temen,
De los que lloran.
Porque me acepto
Rotundamente libre,
Rotundamente negra,
Rotundamente hermosa.



Ese órgano

¿Por qué será que en los momentos más críticos, siempre sobrevuela la estela de aquel pasado jubiloso que en el presente no es posible recrear?
A modo de imágenes se deslizan uno a uno los recuerdos.
Las risas, continuación del impulso de descubrirse,
ésta vez sí pudiendo.
La mente, ese órgano que muchos analistas creen conocer, tiene ese poder indescifrable.
Transportarnos, cuando no lo necesitamos, a lugares que podrían ser actuales, pero que por decisiones, son memoria.
También puede crear y relatar.
Una noche más con la novela. Mientras el pensamiento quedó atrapado en esa idea que existía antes de comenzar el primer renglón.
Aquí es momento también de una decisión. Ahora que sí tengo el cuarto, cierro el libro, busco papel, lápiz, y me lanzo sobre ésta trinchera que me sostiene desde antaño.

Recuerdos.

Puedo relatar cada uno de mis sueños, muchos los escribí.
Salvo las pesadillas, atesoradas en el fondo de mi memoria.

Persecución y carne.

Es costumbre que no sepa en qué día vivo.
Hoy confundí jueves por domingo.
Este mundo nos llama olvidadizos, aún con recueros selectivos.

Puedo mencionar cada uno de mis insomnios,
muchos los escribí.
Salvo aquello importante. Catalogado como urgente
por todos los seres.

Pantalónes, billeteras, apuntes. También carne.

Quizás tenga que prestar más atención a los que cargo.
O escribir más sobre lo cotidiano.
¿Será éste el problema o la sabiduría de los que vivimos más allá que acá?


23/05/2017

martes, 23 de enero de 2018

Vacaciones/reivindico.


                                                                        “si quiero me toco el alma
                                                                        pues mi carne ya no es nada
                                                                        he de fusionar mi resto con el despertar”

Reivindico mi derecho a no estar alerta, a desestructurarme, a sentir. A estar conmigo misma y así resistir.
A llorar en medio del parque y que no me importe si me mira alguien. Hay algo grande a lo que observar, el Paraná.
A apoyar. Mi columna sobre el poste de luz. Recta hasta la última vertebra y respirar sin ver quién está atrás.
Creyendo ingenuamente que hago poesía en el dos mil dieciocho. Y haber creído lo mismo en los dos mil. Fue la primera, que guarda mi madre y recuerda mi hermana.
¿Qué hace el mundo por las mujeres? Y ¿Qué hacemos nosotras por nosotras mismas?
La podredumbre que empieza con p nos educa alertas, rígidas, en pose femenina; “cruzá las piernas”.
Si hay pelota hay que pegarle con las manos, aunque te duela; con los pies sólo tu hermano. Aunque a vos te gusten los pies, y a tu hermano las manos. ¿Por qué?
Como respuesta la misma que le dio la madre futbolera hoy a su niño, mientras se depilaba las cejas sentada en la reposera: “Pedro, a la pelota le tenés que pegar con el empeine”, “el mismo que podes usar para bailar”. También la voz del padre que mientras hacía las compras enseñaba a su hijo menor qué son los prejuicios en tono cuestionador.
Que vivan los aquelarres modernos en los que el diablo se viste de guitarra mientas las voces entonan la decena de brujas reunidas en el patio en donde asoma el color.

Amamos nuestro cuerpo por nosotras, no por la norma. La batalla cotidiana. Reírse de una. De la docente de historia que en la serie hace el papel de ella misma. Estructurada, obsesiva, feminista, que se cuida. Pero que parece que también se enamora y deja que la enamoren. Empieza a entender que se puede ser libre también amando, vacacionando de ella misma.