domingo, 26 de marzo de 2017

100 años

Sombrías, silenciosas y frías estaban las Iglesias; los sacerdotes habían desaparecido. No había popes para oficiar en el funeral rojo, no había sacramento para los muertos, ni se dirían oraciones sobre la tumba de los blasfemos.
Por todas las calles que confluían en la Plaza Roja se acercaban torrentes de gente, miles tras miles de seres, todos con la apariencia de los pobres y los trabajadores. Una banda militar venía cantando La Internacional, y espontáneamente el canto se apoderó de la multitud.
Desde lo alto de la muralla del Kremlin colgaban hacia el suelo gigantescas banderas rojas con inscripciones en blanco y dorado "A los primeros mártires de la revolución social mundial" y, "Viva la hermandad de los obreros del mundo".
Todo el largo día duró la procesión.
Uno a uno los quinientos ataúdes fueron depositados en la fosa.
Y comprendí de pronto que el devoto pueblo ruso ya no necesitaba de sacerdotes que le abrieran el reino de los cielos. En la tierra, estaba estaba edificando un reino más brillante que el que pudiera ofrecer cualquier cielo, un reino por el cual era glorioso morir...
John Reed, Diez días que estremecieron al mundo, fragmentos.
El teléfono que suena
Pensar en que sea ella
Viva
Ningún alguien que de la noticia.
Quiero verla.
 Antes que muera.
Pienso
¿Cómo será ese encuentro?
¡Una despedida!
Chau.
Nos vemos en una estrella.
¿Y si quizás esa última,
la segunda,
fue la definitiva?
Sin abrazo.
Ni llanto.
Solo el llamado.
Maldita sea,
No quedamos en qué estrella.

domingo, 19 de marzo de 2017

Hoy, 8 de marzo.

A las que nacieron escuchando a su padre quejarse por no "hacerlas" varón, y luego quejarse por no hacerlo abuelo. 
A las que desde niñas dieron vuelta la flecha del supuesto camino correcto.
A las que aprendieron a hacerse el amor a si mismas, a un libro o a un disco, las anti princesas. 
A las que se protegen de sus propias alimañas, como Giocondas, haciendo fuerza con otras. Orgullosas de aborrecer la competencia entre nosotras. 
A las que hacen historia. Toman fábricas, construyen comités para tener en pie de guerra a la familia obrera.
A las que alzan la voz de las que no tienen voz y claman la simpleza de querernos vivas.
A las que hace exactamente cien años estuvieron al frente de la revolución.
A las que explican pacientemente que la igualdad ante la ley, no es la igualdad ante la vida.
A las que ocupan las aulas de las escuelas educando para desterrar del mundo a los sentidos rosas y celestes.
A las que crecimos a contra mano del supuesto éxito salvador. Gordas. Viejas. Negras. Tortas. Trabajadoras.
A las que un día agarraron la pluma, como trinchera. Las que quieren el pan y también las rosas.
A todas nosotras nos verás hoy 8 de marzo, en la calle, peleando por las libertades que nos faltan y orgullosas de ser las mujeres que queremos ser.

domingo, 5 de marzo de 2017

Donde corre la misma sangre.

Ya Extraño.

Atender el teléfono diciendo oigo. 
La guagua atestada de gente y al chofer insistiendo en que sigue habiendo lugar.
Extraño los detalles de la cubanía. 
La brisa del mar. Las negras y sus trenzas. Los negros y sus bembas. Y los pasos de break dance que tiramos en Fábrica de Arte. La Cristal en el sillón de Tonito. A Frank, el que insiste para que vuelva y me inscriba en la Universidad de La Habana, aquel que fue(es) amigo, guía turístico y entrevistado.
También al invierno de 25 de máxima.
Extraño al amor, por ponerle un nombre, que no pierde el tiempo, ni duda.
Extraño a quienes lo material no les importa. Extraño a las que le pasan el trapo a Harry Potter. Las verdaderas magas, que sobreviven con 300 pesos al mes (15 dólares, el precio de un pantalón), mis primas. Unas de las tantas que no viven ni del turismo ni de las remesas.
Extraño a esos seres que sostienen la mirada.
Extraño sí, pero a la vez confirmé que uno no sólo nace donde dice la libreta, sino sobre todo dónde corre la misma sangre.