viernes, 19 de mayo de 2017

Las doce.

Son las 12 del mediodía. Pero para el reloj del cuerpo son las 12 de la noche. Todavía falta la mitad de la jornada laboral, cursar hasta las once de la noche y sobrevivir todo el viernes. El ocio se reduce a lo inexistente, o tal vez a una página de una novela. La exigencia convierte a la novela en apunte de una buena materia. Más bien a un párrafo de fotocopia (porque los libros salen un cuarto del sueldo). El descanso es también inexistente. Se cierran los ojos como por arte de magia y el despertar es seis paradas después del lugar.

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