Puedo pelear
Contra el invierno
que se burla de
los pulmones
cansados
Pude lidiar
con el azote de
piñas
que me marcó la
espalda
de mi
adolescencia
Aprendí a llevar
la mochila
del virus
contagioso
que aleja a los “Señores
de bien”
Sigo caminando
aunque desee que
mis pasos
se deslicen por
la playa
de la costa que
no quisiste andar.
Aprendí a
escribir
para saciar mi
sed
de andar por ahí
vomitando
sapos
descontentos.
Entreno mis
músculos
sabiendo que los
límites impuestos
o se saltan o te
desvanecen.
Sin embargo
vuelvo
y volveré a
escribir
porque aún en el
espejo se reflejan
los sinsabores de
combates perdidos.
Mientras me miro
pienso en la
necesidad
de que algo
dibuje
una nueva astilla
que haga surgir
un escalón
que prepare mis
músculos
ya no para saltar
sino para vencer
al que ha inventado la oda a la propiedad.
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