Uno: ruso, judío, ferroviario y militante. Otra: de familia con hectáreas de campo, gorila, antisemita, anticomunista.
Casamiento de por medio. Hijos de por medio, y nietos.
Y también un Suegro, que cuando Una conoció se le vino el sueño de la familia católica abajo.. “Un negro! Y cubano!”
Qué los unió? Nadie entiende. Capaz habrá sido una noche de pasión que los encontró, evidentemente en aquella época era lo que bastaba.
Uno odiaba a los niños correteando por la casa, Otra los malcriaba comprándoles cajas de chocolates y haciéndoles dulce de damascos.
El Uno me quería? No lo se, nunca me lo dijo. Lo que si sé es que odiaba que le quite la boina y me largue a correr, odiaba que en cada almuerzo y en cada cena vuelque el vaso con jugo.
Yo te quería Uno, amaba ir a tu pueblo y ayudarte en tu quinta con la plantación de tomates y zapallos. Volaba mi imaginación pensar dónde estaría enterrado El Terri y buscar entre los yuyos alguna semillita para plantar en mi maseta de la casa de la ciudad sin verde donde vivía.
Ese pueblo era mi lugar. Aprender a andar en bici. Armar en otoño grandes montañas para esconderme con las hojas caídas de los árboles. Jugar a cocinar con barro. Recuerdos guardados en el fondo del cajón, que a veces se me dá por abrir.
A Uno le sacaron los días de quinta, la boina, la Zanella, lo mandaron a la ciudad sin verde, esa misma dónde yo quería plantar la semillita. Al principio cuatro paredes de una casa en medio de la manzana, un marcapasos. Al final cuatro paredes de un Hospital y una sonda.
“Hasta que la muerte los separe” Dijo el cura hace 50 años, y así mismo fue. Sólo que Otra se preocupó por la sucesión de la casa del pueblo… "No firmo!"
De esta contradicción antepasada heme aquí, escribiendo y recordando.
Que desgracia para Una que su nieta más grande, la hija del negro cubano siga pasos comunistas lejanamente andados por Uno.
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