domingo, 27 de abril de 2014

Cuando suene el despertador.

En estaciones inquietantes, pero no acuciantes, aun no suena mi teléfono a las 04:38. Es por eso es que tengo el tiempo de escribirte en un papel en el cuál tengas que desentrañarmis deseos.

La birome no tiene más tinta, y mi mente puede jugar con lo indescifrable. Sera cuestión que te tomes unos instantes, enciendas el velador y mires la hoja a contra luz.

En la oscura habitación no hay lámparas, solo salpican reflejos de aquél farol de la avenida que se burla de los que todavía no aprendieron a usar la lengua.

Haces el esfuerzo, llegas a desentrañar la primer frase. Comienza con la palabra tiempo, se desarrolla con un significado inquieto y finaliza con la hora precisa de tu llegada.

De repente, la habitación esta embriagada de sol. A lo lejos se escucha el sonido de la rutina. Mis manos ya no palpitan. Mi corazón perdió la yema. Mi boca no alberga palabras.

 ¿Cuándo será el tiempo que el espíritu de época ya no se nutra de reprimidos sueños, incendie los prejuicios, y deje fluir la tinta roja de nuestros deseos?

Cuando suene el despertador
la historia buscará
desarrollar los sentidos dormidos
bajo el adoquín de la propiedad.

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